Nicolás Leiva devuelve un enérgico saludo desde lo alto. Se lo nota acostumbrado a moverse en un andamio, en este caso sin quitarle la mirada a un trazo teñido de un verde refulgente. Estamos en el hall de la Facultad de Artes, donde -pincel en mano- Leiva termina de darle forma a “Pedes in terra ad sidera visus”, la instalación que aspira a transformar el techo en una suerte de constelación. Hay colas de sirenas, ojos, estrellas, colores. “Muy Miami”, da en el clavo un experto en arte contemporáneo mientras recorre las fotos del trabajo. Claro, Leiva vive en Miami desde hace 35 años, pero ha regresado para devolverle a la UNT parte de lo que la institución le brindó.
“Esta era mi casa”, resume el artista tucumano. “Tuve la oportunidad de recorrer espacios que para mí son muy cercanos, muy queridos -advierte-. En este lugar conocí a mi señora, que también es egresada de la Facultad. Había días en los que llegaba a las 9 de la mañana y me iba a las 10 de la noche. ¿Cómo no iba a colaborar con esta obra?”
Mañana la Facultad se “vestirá” de Leiva. A las 19.30 se inaugurará la instalación del hall y a las 20 abrirá la muestra “Historia de un día”. Se trata de un proyecto personalísimo del artista, ya que se enlaza con la obra de su abuelo Laureano Brizuela, figura emblemática de la escena cultural del NOA durante la primera mitad del siglo XX. Sobre todo en Catamarca, tierra natal del pintor y fotógrafo, al punto de que se llama Brizuela el Museo de Bellas Artes.
Estrellas y flores
En 2017 la UNT le confirió a Leiva la distinción de “Visitante Ilustre”. Pero había quedado algo pendiente: verlo en acción. “La gestora de esto es la decana de la Facultad, Silvia Agüero -relata-. Ella le dio manija al proyecto; así que dijimos ‘hagamos algo bueno, algo bonito’. Me propuso intervenir las paredes, pero yo le contesté: vamos a hacerlo en el techo. Y eso que con casi 65 años yo nunca había pintado una cúpula”.
¿Con qué se topa el visitante? Leiva lo ve como una transición, un pasaje que energiza y prepara a quienes cruzan el hall para lo que van a encontrar del otro lado. Habla de la simbología de los cuentos de sirenas y de las flores que se dibujan en un cielo estrellado. “Van a ver en este techo esa transición mientras recorren el camino central; desde la calle donde se genera la flor hacia el claustro universitario donde está la fantasía”, resume. Y con un celeste de fondo que se propone perforar ese espacio, rodeando “ojos que contemplan y ven la divinidad”. “Yo digo que son seres celestiales en tránsito”, apunta.
Pies en la tierra y mirada en el cielo, como reza el lema de la UNT, “No creo que haya un título más apropiado para esta obra -sostiene Leiva-. He sido siempre un tipo con una gran necesidad de producir. Yo produzco, no hay parámetros de conceptualidad en mi obra. Es un estado constante de búsqueda de placer y esto es puro placer”.
La niñez y Catamarca
Clase 1958; primaria en la escuela Obispo Molina; secundaria en la Escuela de Bellas Artes; estudios superiores en la UNT. Docencia, producción artística y emigración. Así se resume, a grandísimos rasgos, el devenir de Leiva. Con el tiempo fue atando cabos y por eso se instaló durante algunos meses en Catamarca para pensar en su abuelo y obrar en consecuencia. Eligió seis cuadros en los que Brizuela retrata, a distintas horas del día, un paisaje cercano a la localidad de Piedras Blancas, allí donde -de chico- Leiva disfrutaba los veranos. Ese ejercicio propio de los pintores impresionistas disparó sus creaciones.
En seis pinturas Leiva cuenta su propio día, en diálogo con el legado de su ancestro. Un grupo de esferas de cerámica que parecen flores flotando en un pequeño estanque completa la propuesta. Así es la muestra “Historia de un día” que el público podrá visitar. Lo que tanto Leiva como las autoridades de la Facultad lamentan es que el Museo catamarqueño no haya prestado los cuadros de Brizuela, por más garantías sobre su cuidado que se hayan comprometido.
Cuenta la decana Agüero que un grupo de 50 estudiantes viajó a Catamarca para tomar nota del proceso creativo de Leiva. “Fue una gran experiencia -destaca-. Y sirvió también para desmitificar eso de que no existe la pintura en el arte contemporáneo”. Por estos días, la presencia de Leiva pintando el techo en directo representó una invitación a involucrarse e interactuar con el artista. Ahora en el hall conviven, compartiendo protagonismo, la colorida intervención con la escultura de Lorenzo Domínguez, uno de los maestros fundadores de la Facultad.
Master in arts
Leiva ejemplifica el valor de su formación académica con un parámetro “netamente Miami”. Así le sube el precio a la UNT. “Cuando empezamos los trámites migratorios tenía que aplicar a una visa convalidando mi título con la versión americana. Y aquí va la gran historia de todo esto, para que se tenga una idea de la envergadura del título -relata-. Cuando recibí las evaluaciones de equiparación yo era un master in arts. Bien, un master in arts en Estados Unidos representa seis o siete años de estudio, dependiendo de cómo va tu vida económica. ¿Y sabés cuánto te puede costar? De 50.000 a 70.000 dólares anuales. Y a mí acá me costó cero. Entonces sigo sintiendo, después de 40 años de egresado, que este ha sido un lugar fundamental en mi vida profesional”.
Leiva suele regresar al país para visitar familiares y recargar pilas. ¿Y qué encuentra por aquí? “Mirá, a mí no me tocó aprender con los grandes maestros de la Facultad, por ejemplo no lo tuve a Linares, porque era pleno proceso militar. Hoy veo cosas maravillosas -afirma-. Hay una generación de tipos increíbles produciendo obras increíbles. Gente joven, ¿eh? Hay una ebullición maravillosa de arte en Tucumán, no quiero dar nombres, pero son figuras y además están metiéndose en el mercado. Porque esto es un trabajo, profesionalizarse es el punto, lo demás es folklore. Hay que producir, exponerse, ir a buscar tu espacio y trabajar. La magia está en la producción, no hay otra”.